El trabajo juvenil en América Latina

Carmen Meza Ingar, jurista

América Latina es el continente joven dada la edad de la mayoría de su población, menor de 35 años. Las leyes de la juventud de varios países señalan como tope la edad de 29 años para tener esa condición. En Ecuador son jóvenes de 18 a 29 años, en el Perú de 15 a 29 años, y así tenemos jóvenes menores de edad y jóvenes mayores, que son beneficiarios de la patria potestad prorrogada, ya que al continuar sus estudios reciben el apoyo económico de sus padres para lograr sus objetivos académicos.

Las estadísticas de la población económicamente activa muestran grandes índices de desocupación en la población joven. Es necesario aclarar que si se tratara de que dichos jóvenes se encuentran estudiando, estaría justificada la información, pues la dedicación a los estudios especializados garantiza mayor competencia para ocupar los cargos en empresas de gran tecnología.

No obstante esta causa, el común denominador de los latinoamericanos jóvenes se encuentra en la denominada desocupación, que está ligada a la pobreza. De allí que, generalmente, se señala que hay fuertes vínculos entre las vulnerabilidades económicas, educativas y ocupacionales. Esto quiere decir que existe desigualdad en la distribución de la riqueza porque el desempleo reproduce las desigualdades estructurales de la educación y de la formación y acceso al mercado del trabajo.


Es verdad que el empleo de los jóvenes no es un tema de estudio simple, sino muy complejo. En efecto, a los jóvenes los reciben como trabajadores empresas de alta tecnología y también se encuentran laborando en pequeñas empresas. Más aún, tendríamos que estudiar las formas de trabajo del mundo rural o de trabajos y oficios manuales.


El trabajo juvenil es variado, puede ser de tiempo completo o también de tiempo parcial, ya que muchos aspiran a dedicarse a los estudios. También existe la juventud estudiosa, dedicada completamente a sus estudios, por ejemplo, los alumnos de medicina, ingeniería o derecho.


Por ello, se reconoce que tienen acceso al trabajo de calidad aquellos jóvenes que han recibido adecuada formación en su proceso educativo, mientras que en el otro extremo de la sociedad, la deserción escolar que acompaña a la pobreza es el principal obstáculo para acceder a lo que la OIT denomina ‘trabajo decente’ en el sector formal de la economía.

Las legislaciones son diversas, no existe un consenso de regular el trabajo de acuerdo con edades o etapas de la vida de la persona.


Distintos sectores sociales de muchos países han tratado de formular diversas formas de acceso al trabajo, pero la edad no garantiza igualdad de conocimientos.


Sucede algo parecido con el trabajo de mujeres, que en muchos países consideran importante el trabajo por horas para tener tiempo de cuidar a sus hijos, pero no todas se encuentran con esa obligación.



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