EL LOBO DE WALL STREET

En su genial obra “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” de 1904, Max Weber reconoce el origen del capitalismo productivista en la idea del enriquecimiento como señal de predestinación a la salvación eterna, condición que sin embargo se encontraba sujeta a estrictas reglas de racionalidad, orden, austeridad y moral.



Muchos años después, el genio narrativo de Scorsese en su película “The Wolf of de Wall

Street” (USA 2013), nos cuenta la otra historia; la antiética del capitalismo especulativo y toda su vital decadencia en los juegos bursátiles de Wall Street en los años 80. No era casual, es la década del Consenso de Washington y desregularización financiera. Escenario perfecto para que el “lobo” Jordan Berlfort (interpretado por Leonardo di Caprio) emergiera como el ángel (o bróker) negro de las ganancias rápidas, de la especulación y el fraude financiero. Pero Belfort tiene también su propia metafísica; el hedonismo que solo puede compensar una montaña incalculable de dólares incautos, drogas y prostitutas que es el antídoto que su primer jefe Mark Hanna le aconseja a Berlfort para sobrevivir en la selva de Wall Street.

Como no hay crimen perfecto, las correrías del trader inescrupuloso acabarán cuando el FBI le echa mano a su desmedida ambición y a pesar de refugiar su capital en un paraíso fiscal, termina con la familia destruida y con los huesos en la cárcel purgando una condena federal que lo redimiría tiempo después como un conferencista que narra sus propias vivencias en un libro que serviría de guion inconcluso a Scorsese para perpetrar este film magistral.

Y es que Scorsese no pretende un final de moraleja, él es un narrador de imágenes extraordinario y es lo que muestra su arte: desmedido, violento y transgresor.

La única duda que tuve cuando salí de la sala, es la idea de que bien pudo Scorsese encontrar cientos de Belfort en las ruinas recientes de Lemahn Brothers, y la crisis del 2008, la especulación financiera de los papeles tóxicos, las hipotecas subprime y los instrumentos financieros derivados de la nada que terminaron por quebrar a miles de incautos en el mundo del dinero fácil, que por cierto no era la ética capitalista que nos describía el genio de Max Weber a inicios del siglo pasado.

 

ÓSCAR MARTÍN SÁNCHEZ ROJAS

abogado tributarista

Rev. análisis tributario



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